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Comprar, comprar, comprar: las tiendas en San Juan en el siglo XVII



La disponibilidad de tiendas en la ciudad cambió según progresó el siglo XVII. En las primeras décadas encontramos todavía a mercaderes viajando a San Juan a vender y a cobrar mercaderías. Entre ellos, Andrés de Albura tenía una tienda, en la cual el soldado Luis González Trigos compraba cuerdas para su vihuela. [i] La existencia de tiendas, pulperías y tabernas queda constatada con la ordenanza del cabildo de San Juan de 1627. Nadie podía montar ninguna de estas sin licencia del cabildo, y las pipas de vino y vinagre que vendieran tenían que ser visitadas y selladas por el fiel ejecutor, quien debía visitarlas cada cuatro meses; se castigaba la venta de vino aguado con azotes y pérdida de la mercancía. [ii] Por una declaración de Juan López de Armas, conocemos que a la altura de 1688 solo había dos tiendas en la ciudad; la suya y la de Baltasar de Andino. Esta última fue investigada por cédula real, y su inventario completo embargado. [iii] Hay que añadir que además de las tiendas fijas y permanentes, a los capitanes de barcos que llegaban con registro de España se les permitía “abrir tiendas y vender todos los géneros, frutos y mercadurías que ha[n] traído registradas … a los precios más convenientes, así por mayor como por menor, conforme se ha estilado…”. [iv]

El gobernador atacó el contrabando estableciendo tiendas provisionales surtidas con los géneros traídos legalmente en navíos de registro. [v] Sin embargo, la limitación económica de los vecinos se tradujo a las pocas ventas en la tienda que montó el capitán Joaquín de Aguirre, mencionado anteriormente. Según expresó, “a esta parte se ha despachado y vendido muy poco, sobre lo que se ha seguido y siguen muchos costos y atrasos por falta de dispendio, con lo atrasada, aniquilada la gente y falta de medios con que se hallan en esta ciudad e isla por su mucha pobreza, causada de la epidemia general de viruelas que padeció…”. [vi]


La tienda de Baltasar de Andino

A su llegada a la Isla, Baltasar de Andino fue recibido con brazos abiertos. Era un hombre de recursos, pues prestaba, sin intereses, dinero a la caja real para realizar los pagos de los salarios de los soldados. [vii] Como era común, de la noche a la mañana pasó de héroe a villano. En 1688 fue acusado junto al gobernador Gaspar Martínez, ahora identificado como su tío y cuñado, de un esquema de corrupción que incluía tener una tienda pública, y embarcaciones para conseguir mercaderías. Es decir, que habría que matizar la idea de total falta de las cosas de España en la Isla, porque si había tienda, y rutas comerciales para proveerla, es porque habría productos para comprar y vender.

El obispo Padilla, que se enfrentó a estos dos señores, reveló que el inventario de la tienda era en las mismas cantidades de ropa y otros géneros que se pedían para socorro de la infantería a nombre del rey. Añade: “sin dar una hilacha de ropa a soldado alguno, veo vender estar mercaderías como caudal propio suyo, y las pagas se hacen dando libramientos contra la situación”. En su defensa, el gobernador escribió una carta donde justificó el negocio. Un mes determinado, no había con qué pagar los salarios. Se sugirió a sus capitanes cobrar en géneros en casa de don Baltasar, lo que aprobaron, tomando cacao y sal, entre otros productos. Sobre vender carne públicamente en su casa, lo descartó, diciendo eran huesos y desperdicios del ganado de cerda que mataban en algunas ocasiones.

En el embargo que se hizo a la casa y tienda de Andino predominaban las telas de todo tipo, la cera y algunos comestibles. En una habitación de la casa, frente a la tienda, se encontraron botijas, barriles, redomas, y otros tipos de envases, todos vacíos. Al haber artículos para comerciar en las habitaciones de la casa, el oidor Ahedo ordenó que se volvieran a inventariar. En las habitaciones se encontraron naipes, ajos, pólvora, azúcar, y losa, que se presumía correspondían a la tienda. Es evidente que Andino comerciaba con la Nueva España, por las referencias a sus productos en el inventario, incluyendo sombreros, especias y losa. En la fragata que tenía en el puerto, llamada Nuestra Señora del Rosario y Las Ánimas, se hallaron otras 75 botijas de melado.

Del árbol caído… No pasó tiempo cuando el procurador de la ciudad pidió que se vendiera la sal y la manteca embargada para satisfacer la gran necesidad de ellas que había. Andino estuvo de acuerdo, y pidió vender, además, el maíz y la carne, que corrían riesgo de perderse. [viii] Por una diligencia posterior, sabemos que la tienda estaba montada en la casa del sargento Pascual Muñoz. [ix]

Vecino y mercader , Juan López de Armas tenía tienda en la ciudad, que le fue visitada por el oidor Manuel de la Cruz Ahedo. El inventario palidecía ante la abundancia y variedad que ofrecía Andino. Según él mismo admitió, solo llevaba pimienta de tabasco, un poco de canela, fanega y media de cacao, alguna seda floja de mesteca (sic), una docena y media de cordobanes y algunos ajos. [x] Al parecer, la bretaña se usaba para la ropa interior. Eso fue lo que hizo Fernando de Ferrara, flamenco con tres piezas de bretaña que trajo consigo de Curaçao: “hizo ropa blanca para su poner”. [xi]

A propósito de la tienda de Andino, casi terminando el siglo, Arredondo expuso su opinión sobre las ventas al por menor. Señaló que “…no reparando en la dignidad de los cargos y puestos militares en que le tuvo ocupado el dicho su cuñado y tío [el gobernador Martínez] … tuvo en su propia casa una suerte de carnicería pública, vendiendo en ella carne sin rebozo, pescado y otras cosas comestibles de que usan en esta ciudad personas de ínfima esfera, que llaman pulpería…”. Señaló como origen del capital de la tienda 25,000 pesos en ropa de contrabando que pasó desde Cuba. [xii]


Otros tenderos

A principios de siglo, Melchor Pérez Serrato viajó a Sevilla y regresó como maestre, consignándose a sí mismo numerosos cajones y fardos con cantidades muy altas de artículos, lo que nos permite conocer que no eran para su consumo. Entre ellos, 85 sombreros, 20 gruesas de botones, y 10 docenas de cordobanes de Jaén. [xiii] Otros que tenían tienda eran Juan José de Ibarra, [xiv] el sargento Pascual Muñoz y, al parecer, Matías Gutiérrez de Bustamante, regidor en 1692, quien declaró sobre los precios de decenas de artículos a ser vendidos, expresando lo que había pagado por ellos. El maestro de ribera, José Vidal, también declaró los precios que pagó por ellos en la Aguada “para sí y para el maestro Manuel de Vidal y Morales, su primo”. [xv]

En la tienda de Muñoz, “quien corre con el dispendio del vestuario”, se distribuirían los géneros y frutos que había suplido el administrador Antonio Moreno de Bustos y el escribano del navío Nuestra Señora de la Candelaria y las Ánimas, por valor de 4,000 pesos; al darlo a un tendero externo se pretendía evitar corrupción en el proceso. La ropa se les daría por cuenta de sus sueldos a los oficiales, artilleros y soldados. [xvi] Sobre este punto, en 1694 se mencionó que los excesivos calores de la Isla corrompían la ropa, por lo que no se debía almacenar, sino entregar a los soldados lo antes posible. [xvii] Ya conocimos que en su casa se vendían los artículos de Andino años antes, por lo que ambas tiendas pueden ser una misma.

Don Ángel Múxica tenía tienda de mercaderías en San Juan, cuando se vio involucrado en 1628 en un proceso legal por un armazón ilegal de negros; accidentalmente se le encontró ropa de China que se le embargó y vendió en 150 pesos de a 8 reales. [xviii] Diego Gómez, que se encontraba preso, declaró que unas mercaderías que se le habían encontrado las había recibido de Múxica para que se las vendiese; no sabía que eran de contrabando por el poco tiempo que llevaba en la ciudad. [xix] Don Alonso de Pedraza e Isidro Martín también tenían tiendas donde vendía diferentes géneros. Pedraza mantenía la suya por medio del capitán corsario Juan de Vera. [xx] Juan Sánchez fue señalado en 1663 como dueño de una de ropa de Canarias, aunque estaban registradas para Santo Domingo. Ese año se identificaron dos salas bajas en la casa Tomás de Traspuesto como locales de tiendas, y se desmintió que doña Constanza de Torres y el contador Alonso Menéndez de Valdés las tuvieran. [xxi]


Artículos de José Vidal para la venta a través de terceros

Otras personas adquirían mercancía y la vendían a una determinada clientela. Bajo sospecha de haberse involucrado en contrabando en Arecibo, ya difunto en 1693, se revisaron todos los documentos del carpintero de ribera, José Vidal. Se le encontraron 562 pesos y medio en monedas de plata sencilla y doble, que no era poca cantidad. Igualmente, varios memoriales con listados de personas a las que había prestado dinero, entre particulares, la infantería y los artilleros. Revelando a sus agentes, otras memorias contenían las mercaderías y sus precios “de lo que tiene a vender José Martín [de Cabrera]” y Diego Díaz, ambos artilleros, y Dionisia Sánchez, vecina de la ciudad. Tenía, además, prendas que habían sido empeñadas por diferentes personas. [xxii] Vidal prestaba dinero y alimentaba un canal de ventas, tanto directas como a través de intermediarios. ¿Dónde los obtenía?

En la tabla siguiente presentamos los numerosos artículos que manejaba el maestro carpintero de ribera y los precios a los que los ofrecía. Lo interesante de este caso es cómo un hombre empleado por la Corona mantuvo este negocio debajo de las narices del gobernador, vendiendo a su infantería. No se pudo definir si habían sido adquiridos a través de contrabando con una fragata extranjera en Arecibo, o si los había comprado al capitán Aguirre. Estos artículos no se recibían a través de los canales oficiales y permitidos desde España, por lo que debieron ser adquiridos en contrabando.

Estos precios son comparables a otros avaluados para venta en San Juan. Hubiéramos esperado que fueran menores, en vista de que, aparentemente, eran vendidos a espaldas de la administración colonial. Como ya mencionamos, Vidal también prestaba dinero, y retenía artículos como garantía de pago; tenía una casa de empeño. En una de las tantas memorias que se le encontraron tras su muerte, estaba la de “algunas prendecillas que tengo en mi poder…”. [xxiii]

[i] Expediente incoado a don Francisco García y Ávila, teniente de gobernador de don Felipe de Beamonte, gobernador de la isla de Cuba. 18 VIII 1617. AGI, SD 100, R.6, N.173, (2) f.2. También se refiere a su instrumento como guitarra. [ii] Sin autor. “Ordenanzas hechas por el Cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de Puerto Rico, 1627”. Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Núm. 37 (oct-dic 1967): 22-23. [iii] Expediente sobre la causa de D. Gaspar Martínez, gobernador de Puerto Rico y D. Baltasar de Andino. 1688-1695. AGI, SD 159, R.1, N.34, (37) f.57. [iv] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 2 XII 1692. AGI, SD 161, R.1, N.3, (4) fs.11v-12. [v] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 26 VII 1693. AGI, SD 161, R.1, N.15, (2) f.13v. [vi] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 2 XII 1692. AGI, SD 161, R.1, N.3, (4) f.12v. [vii] Carta de Gaspar Martínez, gobernador de Puerto Rico. 29 V 1684. AGI, SD 158, R.3, N.36, f.2. [viii] Expediente sobre la causa de D. Gaspar Martínez, gobernador de Puerto Rico y D. Baltasar de Andino. 1688-1695. AGI, SD 159, R.1, N.34, (7) f.1v; (9) f.1; (16) f.5v; (23) f.1; (24) f.1; (34) fs.1-13v, 19v, 29v-31. [ix] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 23 VII 1695. AGI, SD 162, R.1, N.26, f.1. [x] Expediente sobre la causa de D. Gaspar Martínez, gobernador de Puerto Rico y D. Baltasar de Andino. 1688-1695. AGI, SD 159, R.1, N.34, (37) f.56v; (73) f.5. [xi] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 10 VIII 1691. AGI, SD 163, R.1, N.1, (3) f.5v. [xii] Expediente sobre la causa de D. Gaspar Martínez, gobernador de Puerto Rico y D. Baltasar de Andino. 1688-1695. AGI, SD 159, R.1, N.34, (54), fs.3-3v. [xiii] Registro del navío Nuestra Señora de la Hiniesta. 1613. AGI, CT 1160, N.2, f.40. [xiv] Expediente sobre la causa de D. Gaspar Martínez, gobernador de Puerto Rico y D. Baltasar de Andino. 1688-1695. AGI, SD 159, R.1, N.34, (37) f.56v; (73) f.5. [xv] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 26 VII 1692. AGI, SD 160, R.1, N.11, (2) fs.39 y siguientes. [xvi] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 25 XI 1692. AGI, SD 160, R.1, N.23, fs.1-1v; (2) fs.1-1v. [xvii] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 18 IX 1694. AGI, SD 161, R.1, N.45, f.1v. [xviii] Comisión a Francisco de Prada, fiscal de la Audiencia de Santo Domingo… 1626-1634. AGI, ESC 21A, N.7, f.43. [xix] Comisiones de la Audiencia de Santo Domingo. 14 II 1628. AGI, ESC 21C, Pieza 19. [xx] Expediente sobre el motín de soldados en Puerto Rico. 1672-1678. AGI, SD 161, R.1, N.1, (3) f.3v. Residencias de la gobernación de Puerto Rico. 1695. AGI, ESC 125A, P.7. [xxi] Residencia de José de Noboa. 1659. AGI, ESC 123B, P.16, fs.21-25. [xxii] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 22 VII 1695. AGI, SD 162, R.1, N.20, (2) fs.117 y ss. [xxiii] Ibíd, (2) fs.64-64v, 67v-68.

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