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El campo y otros lugarejos

…los campos no dan política, sino rustiqueces… [i]

Álvarez Nazario expone que, desde sus albores en el siglo XVI, la sociedad que española que se establece en Puerto Rico presentará “un claro y definido carácter rural”, lo cual asocia con el habla media del país y con la gestación del tipo campesino criollo. [i] Durante este siglo hubo una ruptura entre San Juan y el resto de la Isla. De la Mota Sarmiento nos podría estar descubriendo la aceleración de esta ruptura cuando reportó que, tras la ocupación holandesa de 1625, “totalmente faltó el comercio, con que muchos de los honrados vecinos, faltos del vestuario ordinario, se retiraron a los campos”. [ii] El campo ofrecía aislamiento de las convenciones sociales de San Juan y de las agresiones enemigas. Las estancias e ingenios de los vecinos habrán provisto de alimentos – y con dificultad, algún ingreso – a sus propietarios. Su aislamiento se beneficiaba de sus caminos, llenos de perros cimarrones y ganado realengo, y terreno, cubierto de vegetación frondosa. [iii]

La población de la tierra adentro aumentó en 1638 cuando el gobernador ordenó repartir entre estancias e ingenios 225 individuos, mayormente ingleses, que fueron capturados en Barbados en una nave que los llevaba a San Cristóbal: eran demasiados para alimentarlos en San Juan, aunque no se pensaba que fueran hostiles. Eran 150 hombres, mercaderes, labradores, oficiales de diferentes oficios y marineros; 40 mujeres y 35 muchachos. Eventualmente los mandaría a la Casa de la Contratación. [iv] El listado de extranjeros de 1671 hace referencia a algunos de ellos.

A finales de siglo, la gente de los campos seguía siendo poca y dispersa. Al teniente y capitán a guerra de Coamo le tomó 3 días notificar y reclutar 30 hombres para cumplir con la orden del gobernador de enviar 30 milicianos en 1691 para someter a una treintena de infantes sublevados. La orden fue escrita el día 5 de diciembre, él la recibió el día 10, y envió a los milicianos el 13. Según explicó Colón de Torres, “envié llamar la gente de los partidos con la mayor brevedad que me ha sido posible, aunque por estar los partidos muy dilatados unos de otros, no se puede juntar más brevemente”. [v]

El sargento mayor de San Germán retrató la diferencia entre ambos mundos cuando refirió los intentos de capturar a Juan de Quiñones, fugado en rebeldía a pesar de los numerosos edictos y pregones realizados en Ponce, donde se le ordenaba presentarse ante el gobernador. Según señaló “esto es campo, y no pueblo; no se ha podido haber ni noticias ni aún bienes para haber de adquirir los que van en el inventario, procedí a informar y los puse en depósito como bienes de campo en el monte”. Concluye “es cierto, Señor, que los campos no dan política, sino rustiqueces…”. [vi]

El abandono de la ciudad en preferencia de los campos queda registrado en una notificación del gobernador sobre la orden de sembrar yuca alrededor de los fuertes de San Antonio y San Cristóbal. Esto serviría para “el sustento y manutención de aquella ciudad, por haberse inclinado aquellos naturales a la cultura de los campos”. [vii] Contiene una referencia solapada a la dedicación a la agricultura de subsistencia, en detrimento de la producción para consumo en San Juan.


La gente del “campo”

Una característica indiscutible de los hombres del campo era su valor. Por ello, en 1678 el gobernador Robles Lorenzana pedía al rey poder armarlos con arcabuces, porque era la gente en la que tenía puesta su confianza en caso de cualquier necesidad. [viii]

Martínez de Andino enfrentó un alzamiento de vecinos del valle de Coamo en 1686. Aunque la documentación no es clara sobre este asunto, sabemos que el contingente que envió allí que fue recibido con armas. Al parecer, desde San Juan se envió al alcalde de la Santa Hermandad, Sebastián Gutiérrez de Ávila, a hacer la visita de los ganados para repartir la pesa, y los moradores salieron a la campiña “en tumulto a estorbar no pasara el sujeto que iba a la diligencia”. [ix] El obispo se refirió a la rebelión de Coamo de la siguiente manera: aunque su gente “es tan belicosa como humilde, tratándolos de traidores contra su conocida lealtad, y quisiéronlos estafar, … ha sido providencia del cielo que la defensa de los pacientes se haya quedado hasta hoy en no quererles obedecer cuando los llaman a esta ciudad”. Añade “los naturales son dueños de la tierra, y de poderla franquear a su salvo, y en exasperarlos tan contra justicia y sin tener dónde respirar, ¿qué podemos ni debemos esperar?”. El gobernador ripostó: “Los moradores del pueblo y valle de Coamo tienen de costumbre ser muy poco obedientes a los mandatos de los superiores, por hallarse circunvalados de montes, donde ocultan sus personas”; ya anteriormente les habían hecho causas por desobedientes. [x]

Padilla, que parecía deleitarse socavando la autoridad del gobernador, pintó un cuadro convulso de la vida en la Isla en 1691. Reportó otros eventos de los que, lamentablemente, no conocemos. Hizo referencia a alzamientos por parte de los moradores de la Boca de Loíza y de San Germán, y un intento de alguna gente de pasarse por el puerto de Mayagüez a La Española. También nos refiere la resistencia que hicieron en los partidos para no embarcarse en la fragata real, como les había sido ordenado, y de negarse a combatir a los infantes rebeldes que se hallaban atrincherados en Cangrejos Arriba en 1691. Añadió el asalto y toma de reos que sufrieron los milicianos de Coamo a manos de decenas de hombres embozados, y la negativa de los vecinos de Arecibo a cooperar con la investigación sobre los milicianos que dieron la vuelta en Sabana Llana y se regresaron a sus casas. Según lo resumió, “se sigue que casi todos los moradores de la Isla se hallan huyendo como reos, y la infantería se disminuye a pasos largos, porque ninguno, puede pueda, deja de hacer fuga”. [xi]

Otro aspecto de esta población queda retratado por Antonio de Robles. Sobre su renuencia a participar en procedimientos judiciales, reportó que “si vinieran a esta Isla muchos jueces a entender en la averiguación de estos contratos, no justificara cosa alguna, porque como ellos no tienen más caudal que su lanza y perros de montería, en retirándose al monte, pasarán su vida comiendo de los ganados mayores y menores que hay montaraces…”. Sumó el que no respondían a los llamamientos para socorrer la plaza de San Juan ni llevaban bastimentos de ganados para su defensa. [xii]

[i] Manuel Álvarez Nazario. El habla campesina del país. Orígenes y desarrollo del español en Puerto Rico (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1992), 15, 19. Imagen de este escrito: (c) Juan Carlos Zulueta. El Río Grande de Loíza. [ii] Carta de Íñigo de la Mota Sarmiento, gobernador de Puerto Rico. 28 VIII 1638. AGI, SD 156, R.6, N.74, f.6. [iii] Luis Caldera Ortiz. Nuevos hallazgos sobre el origen de Coamo: siglos XVI y XVII (Lajas: Editorial Akelarre y Centro de Estudios e Investigaciones del Sur Oeste, 2017), 87. [iv] Carta de Íñigo de la Mota Sarmiento, gobernador de Puerto Rico. 28 VIII 1638. AGI, SD 156, R.6, N.74, f.5v. [v] Expediente sobre el motín de soldados en Puerto Rico. 1692-1697. AGI, SD 161, R.1, N.1, (2) f.178. [vi] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 10 VIII 1691. AGI, SD 163, R.1, N.1, (3) f.50v. [vii] Carta de Gaspar de Arredondo, gobernador de Puerto Rico. 18 IX 1694. AGI, SD 161, R.1, N.46, f.3. [viii] Registro: isla Española. 30 VIII 1681. AGI, SD 874, L.21, f.302. [ix] Expediente sobre el motín de soldados en Puerto Rico. 1692-1697. AGI, SD 161, R.1, N.1, (2) f.105. [x] Expediente sobre la causa de D. Gaspar Martínez, gobernador de Puerto Rico, y D. Baltasar de Andino 1688-1695. AGI, SD 159, R.1, N.34, (16) f.6v; (27) f.1. Expediente sobre el motín de soldados en Puerto Rico. 1692-1697. AGI, SD 161, R.1, N.1, (2) f.228v. [xi] Expediente sobre el motín de soldados en Puerto Rico. 1692-1697. AGI, SD 161, R.1, N.1, (3) f.1v-4. [xii] Carta de Antonio de Robles, gobernador interino de Puerto Rico. 6 VI 1699. AGI, SD 163, R.3, N.55, f.1v.

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