Imagen: indígena yanomami de Suramérica, etnia que se compara mucho con nuestros taínos.
A pesar de que su relevancia como elemento sociocultural en la colonia se acalla casi totalmente a finales de la década de 1520, la población aborigen de la isla de Boriquén, renombrada San Juan Bautista por Cristóbal Colón, y mencionada por su hijo, Diego, como San Juan de Bunquén, [i] ha sido objeto de numerosos estudios, abordados desde una amplia gama de puntos de vista. La historiografía puertorriqueña le ha prestado particular atención, y los estudios sobre el indio realizados en República Dominicana nos ayudan a complementar su conocimiento.
En cuanto a la catástrofe poblacional de los indígenas, González de Peña resume en cuatro áreas las causas para su desaparición: el contacto con enfermedades desconocidas, los trabajos forzados a los que no estaban acostumbrados, las guerras que los forzaron a abandonar sus conucos y subsistencias ordinarias, llevándolos a pasar hambre, y la desaparición de su organización social y cultural, que asocia con comportamientos suicidas. [ii] Hay otra razón, que tal vez no tuvo tanto impacto numéricamente, pero mermó su población: algunos colonos, al viajar a la península, se llevaban a sus indiosy esclavosconsigo. El rey es muy elocuente en su oposición a esta práctica: “además de ser daño de la población de esta parte, es en perjuicio y disminución de los dichos indios, y de sus vidas, porque con la mudanzaque hacen de la tierra, en viniendo acá, se mueren, de que nos somos deservidos…”.[iii]
Algunos aspectos de las costumbres de los indígenas nos quedan escondidas, detrás de un velo tejido con la combinación de desconocimiento e incomprensión, y una óptica cristiana medieval. Por eso, encontramos menciones a sus vicios, sin entrar en más detalles de los que señaló en sus crónicas Gonzalo Fernández de Oviedo. Estos “vicios” serán nuevamente mencionados por el rey Fernando posteriormente.
Su trabajo forzado fue recompensado con cacona, que era ropa de calidad inferior. Me parece que uno de los actos de explotación e hipocresía más grandes cometidos contra los indígenas fue coartarlos de su libertad y forzarlos a realizar labores, unas a las que no estaban acostumbrados (la minería), y otras que conocían (la agricultura), pero no a los niveles a los que fueron obligados a llevarla, para recompensarlos con vestimenta occidental, que representaba, todos los días de sus cortas vidas, su sometimiento a la cultura europea, desnudos de su ajuar cultural, sin remuneración económica que les permitiera salir de su marginación.
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