Los mercaderes representaron uno de los segmentos más dinámicos de la sociedad isleña. Algunos permanecieron en la Isla después de los años de gloria del comercio que se nutrió de las necesidades de la conquista y colonización de la Isla, y se cristalizaron, junto a conquistadores y mineros, en la élite conocida como “antiguos pobladores”. Otros entraron, se lucraron, y regresaron a los mercados de Sevilla o pasaron a los de las nuevas provincias, más ricas. Moscoso reconoce dos tipos de mercaderes en la primera mitad del siglo: unos llegados como tales, o sus factores, convertidos en terratenientes, estancieros y señores de ingenio; otros, dedicados exclusivamente al comercio. [ii]
Por su parte, Del Río Moreno los identifica como uno de los cuatro tipos de profesionales relacionados al comercio antillano, quienes enviaban productos peninsulares o europeos, e invertían parte de las ganancias en productos locales que comercializaban desde Sevilla. Los subdivide en tres grupos: los que comerciaban con bienes de consumo, los que lo hacían con esclavos, y los que prestaban dinero. Podían residir en las islas, ser pasajeros que iban y venían de España en las flotas, y hasta señores de ingenio que comercializaban su propia producción. [iii]
Haring afirma que los comerciantes extranjeros, particularmente los genoveses, habían disfrutado de privilegios en Castilla desde la época del rey Fernando, y se vieron beneficiados por la guerra por la toma de Granada. [iv] Desde la perspectiva de las estructuras sociales, partiendo de su análisis de los de Sevilla, Ruth Pike presenta a los mercaderes en los niveles más altos de la sociedad. Por un lado, en vista de que el criterio fundamental para pertenecer a estos estamentos era la nobleza o hidalguía, la compraban. Por otro, la aristocracia tuvo que evaluar sus ideas y patrones de vida para poder participar de las riquezas que representaban las Indias, y que tenían los mercaderes. [v] Se juntaron el hambre y la necesidad. Muy probablemente reconociendo el origen judío de muchos mercaderes andaluces, en 1525, la reina Juana y el rey Carlos reforzaron el permiso que se le dio a los reconciliados, e hijos y nietos de condenados de varios obispados y ciudades de Andalucía, para ir y permanecer en las Indias hasta por dos años. [vi]
Ya en la segunda mitad del siglo, encontramos entre el listado de mercaderes que pasaban a las Indias a individuos cuyos padres eran licenciados. Entre ellos, en 1577 pasó Francisco Calderón, hijo del licenciado Calderón y de doña María de Baeza, a Hernán Núñez y su hermano, Antonio de Silva, hijos del licenciado Juan de Carmona y de doña Isabel Núñez de Silva, y a Tomás Jerónimo de Manuela, hijo del licenciado Jerónimo de Manuela y de doña Inés, para pasar a las provincias de Tierra Firme y Perú, todos siendo mercaderes solteros. [vii]
Sobre los pasajeros a Indias, debemos señalar que Boyd-Bowman reporta que hasta 1529, Santo Domingo fue el foco de la emigración; desde ahí habrían actuado en Puerto Rico. Entre 1530 y 1539, ninguno viajó a la Isla, y entre 1540 y 1559, reporta 17 para todas las Antillas, sin especificar. Dos mercaderes viajaron a Puerto Rico entre 1560 y 1579, y ninguno desde 1580 hasta final del siglo. [viii]
Encontramos numerosos mercaderes y maestres de barcos en las cuentas tomadas a los oficiales reales, donde sus nombres y oficios quedaban registrados frecuentemente. La aportación de los mercaderes, “que van y vienen con mercaderías” a la economía a través del fiado [ix] fue registrada en las informaciones relacionadas a las contrataciones usuarias en Puerto Rico de 1533. Su temprano enriquecimiento fue tal, que, en 1517, la ciudad de Puerto Rico presentó una petición ante la Corte para que a los mercaderes no se le encomendaran indios. ¿La razón? Ya se llevaban todos beneficios a través de la venta de sus mercaderías. Si además tenían indios, “se llevaban todo el provecho”, en detrimento de los pobladores. [x]
En este grupo destacamos a una mujer, Juana Fernández, identificada como “mercadera”, que tan temprano como 1526 recibía mercaderías para vender en la Isla: vino, vinagre, aceite, habas, garbanzos, libros, losa, camisas, mantas, zaragüelles, azadas y azadones, entre otras mercaderías. [xi]
Los factores
Muchos de estos mercaderes, vecinos de Sevilla, tenían factores [RAE: capataz o persona que administra bienes ajenos] en la Isla que los representaban, corrían sus negocios localmente, y rendían cuentas periódicamente del estado y beneficios del negocio. Algunos de estos factores enviaban azúcar a los mercaderes de Andalucía, quienes manejaban su redistribución por los mercados locales. [i]En su testimonio, Francisco de Mayorga confirmó su rol y responsabilidades:
…que es uso y costumbre, y lo ha sido de 10, y 15 y 20 años a esta parte, y más tiempo … que los mercaderes y tratantes suelen tener factores que tratan y benefician las mercadurías que los tales mercaderes les dan en cargo, así en Castilla como en las Indias, y que al tiempo que los tales factores dan cuenta de lo que así han recibido en la tal cuenta, se hace el dicho factor cargo de todo el valor de las mercadurías que ha vendido, y en descargo dan lo que han dado a los mercaderes de ello y gastado en el beneficio de las mercadurías, y así mismo las deudas que les deben de las tales mercadurías, y esto hecho, se hace el alcance si más monta lo procedido de lo de las mercadurías, y si algunas hay por vender, también las da en descargo, y hecha así la cuenta, queda a cargo al tal mercader señor de las mercadurías cobrar las dichas deudas, y hacerlas cobrar …[ii]
[i] Del Río Moreno, “Comercio y transporte en la economía del azúcar antillano…”, 21. [ii] Alonso Martínez de Robledo contra Isabel de Robledo. 1537-1538. AGI, JUS 723, N.2, f.561.
Las compañías
La mayoría de quienes se involucraban en el comercio azucarero tenían acuerdos económicos, incluyendo las compañías, que podían, o no, tener carácter familiar. Del Río Moreno define sus principales formas como a) grupos de productores y comerciantes residentes en las islas; b) sociedades sevillanas o extranjeras residentes en Sevilla, que intervenían en la producción a través de la inversión en ingenios azucareros en las islas; y c) compañías mercantiles dedicadas al comercio con factores en las islas. Estas últimas exportaban ropas y mercancías que vendían o cambiaban por azúcares en Puerto Rico y Santo Domingo. [xvi]
Conocemos de la compañía que el rey tuvo con Juan Ponce de León en Puerto Rico, y otra con el Adelantado Francisco de Garay en Jamaica, que incluyeron ganados y yeguas. [xvii]
Las compañías no siempre terminaban bien. Analicemos varios casos. El de Cristóbal de Escaño y Juan de Molina nos permite conocer las empresas comerciales en las que se embarcaban, literalmente, los mercaderes sevillanos, y a la fluidez de los negocios en el Caribe. En 1524, Escaño tenía mercadurías cargadas en un barco suyo llamado Cuerpo Santo, surto en el río de Sevilla. Molina se comprometió a llevarlas a las islas Española y San Juan, y entregarlas a las personas con las que Escaño tenía compañía; este servicio duraría dos años, con salario de 15,000 maravedíes anuales. Al llegar a San Juan, Molina entregó las mercaderías al jurado Álvaro de Briones, que lo despidió a los pocos días por “el mal servicio y mal recaudo que ponía en todo lo que se le mandaba”. Con el dinero de su liquidación, Molina compró lienzos y los fue a vender con otras cosas en el navío de Escaño a Cubagua. De vuelta en la Española, salió para Yucatán, fletando el navío. Llegado a Cuba, el maestre lo vendió, y, junto a Molina, regresó a Santo Domingo. [xviii]
El mercader Francisco de Abreu (o Abrego) hizo compañía en 1551 con Juan Pinto por cuatro años. En 1556 pedía que se le secuestraran los libros y escrituras, y se le apremiara para que diera fianzas y cuenta con pago. Abreu había metido en la compañía, por sí, en nombre de su hermano Álvaro, 2,615,828 maravedíes, enviando otras cantidades posteriormente. Tampoco dio cuentas a tiempo Lope de Garfias, estante en San Germán, quien hizo compañía con Francisco Ruiz, jurado de Sevilla, pero no pasó a España a hacerlo en el tiempo convenido. [xix]
Otro caso involucra al mercader Diego Fránquez o Fránquiz, que dejará su huella en la Isla, y el canario Antón Joven o Jover, quien se verá involucrado en un pleito generado por la confusión de identidades entre él y su sobrino homónimo. En 1573 hicieron compañía para comerciar con sus mercadurías por tres años, poniendo Fránquiz 6,000 ducados, y Joven pasaría a Santo Domingo a vivir por el tiempo estipulado, al cabo del cual volvería a Sevilla a dar cuenta con pago de lo procedido de ella. Sin embargo, Joven no se había presentado, no había enviado dinero, y se había quedado con todo ello. [xx]
En cuanto a los mercaderes que prestaban dinero, en 1541, Juan Fernández de Castro, mercader de Sevilla, interpuso un pleito a Francisco del Toro. Le había prestado dineros en 1526 para comprar esclavos que revendería en las Indias. Quince años después de realizado el negocio, Toro todavía debía 900 pesos de oro, y no había pagado el 10% de interés anual sobre ningún año. Los testigos de Fernández de Castro dramatizaron el riesgo que representaba prestar dinero, pues muchas veces los pagos se atrasaban, generando grandes gastos en intereses a los prestamistas. [xxii]
[i] Ruth Pike publicó un trabajo de investigación sobre los mercaderes de Sevilla y sus redes comerciales en las Indias, antes mencionada, que ayuda a entender la composición y dinámica de este importante segmento poblacional. Ver también: Jorge L. Lizardi Pollock, Mercados, mercaderes y sociedad: Puerto Rico, 1508-1535. Tesis de Maestría, Departamento de Historia, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, 1997. [ii] Moscoso, Lucha agraria en Puerto Rico, 15. [iii] Del Río Moreno, “Comercio y transporte en la economía del azúcar antillano…”, 34-35. En los registros de la Real Hacienda encontramos en diferentes años individuos con un mismo nombre entrando a la Isla. Podemos estar ante la situación de personas homónimas, o mercaderes, que iban y venían desde España y la Española. [iv] Haring, Comercio y navegación, 9. [v] Pike, Aristocrats and Traders, 22, 99. [vi] Sobrecarta de D. Carlos y Dª. Juana a los oficiales de la Casa de la Contratación para que guarden, a pedimiento de los mercaderes y tratantes en Indias la provisión de Dª Juana dada en Sevilla a 20 Junio de 1511, ... 22 X 1525. AGI, IND 420, L.10, fs.126v-130. [vii] Registro de pasajeros. 1577-1582. AGI, CT 5538, L.1, fs.50, 52, 52v, 55v. [viii] Peter Boyd-Bowman. “Patterns of Spanish Emigration to the Indies until 1600.” Hispanic American Historical Review, Vol. 56, Núm. 4 (1976), 593-595. [ix] Puerto Rico: medidas para evitar su despoblación. 13 VII 1534. AGI, PAT 175, R.24, f.517. [x] Murga, Cedulario I, 445. [xi] Registro del navío “La Magdalena”. 1526. AGI, CT 1079, N.4, R.1, f.207. Alonso Martínez de Robledo contra Isabel de Robledo. 1537-1538. AGI, JUS 723, N.2, f.41. [xii] Del Río Moreno, “Comercio y transporte en la economía del azúcar antillano…”, 21. [xiii] Alonso Martínez de Robledo contra Isabel de Robledo. 1537-1538. AGI, JUS 723, N.2, f.561. [xiv] “Probanza de Francisco de Toro, 1”. Juan Fernández de Castro contra Francisco de Toro. 1536-1541. AGI, JUS 731, N.2, f.5. [xv] Alonso Martínez de Robledo contra Isabel de Robledo. 1537-1538. AGI, JUS 723, N.2, f.561. [xvi] Del Río Moreno, “Comercio y transporte en la economía del azúcar antillano…”, 33. [xvii] “Antonio de Garay”. Registro: Cuba. 1529-1539. AGI, SD 1121, L.1, f.126v. [xviii] Ejecutoria del pleito de herederos de Cristóbal de Escaño. 1534. AGI, PAT 278, N.1, R.100, fs.1-2v. Cristóbal de Escaño contra Juan de Molina. 1536-1539. AGI, JUS 721, N.8, f.13v. [xix] “Real Cédula”. Registro: isla Española. 15 V 1556. AGI, SD 899, L.1, fs.21v-22, 87v. [xx] “Diego Fránquiz, la de factores”. Registro: isla Española. 1576-1583. AGI, SD 899, L.3, fs.10-10v. [xxi] Toma posesión isla de la Mona: licenciado Sancho Velázquez. 1527. AGI, PAT 175, R.13, f.9. [xxii] “Probanza 1”. Juan Fernández de Castro contra Francisco de Toro. 1539-1543. AGI, JUS 731, N.2, fs.6v-8. [xxiii] Probanza de Asensio de Villanueva sobre compañía con Sancho de Arango. 1526. AGI, SD 168, L.10.
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