Larrie Ferreiro propone que los colonos eran conscientes de su incapacidad de vencer solos al ejército británico, por lo que necesitaban aliarse con los enemigos de Gran Bretaña: Francia y España. Para poder obtener su ayuda, el Congreso Continental ordenó la redacción de la llamada Declaración de Independencia para que en Europa se entendiera su lucha como la de una nación independiente, y no como una guerra civil entre británicos. [ii] Una vez los colonos se aliaron con Francia, España los apoyó en su lucha por zafarse del yugo del coloniaje. ¿Por qué una monarquía imperial apoyó a unos colonos independentistas, cuando el embajador británico le advirtió que apoyar la libertad de las colonias inglesas abría el camino a la de las españolas? Cervera Pery concluye que fue porque España prefería “tener de vecinos unos Estados Unidos independientes que a colonias inglesas movidas por el juego hegemónico de Gran Bretaña”.
La aportación española combinó ayuda económica, permiso para que sus corsarios recalaran en puertos españoles, y apoyo militar, a pesar de la ausencia de relaciones formales con la nueva república entre 1776 y 1779. En lo militar, los protagonistas fueron Bernardo de Gálvez, gobernador de Luisiana, y José María de Cagigal. Su acción dio victorias a los españoles y, por consiguiente, a los colonos ingleses en Baton Rouge, Fuerte Dute, Mobile y Pensacola. William Wenger ha cuantificado la ayuda que los rebeldes recibieron de Francia y España. Recogemos las cantidades reportadas en la tabla #25 y convertimos los reales españoles a pesos, a razón de 8 reales por peso. Esta autor hizo el mismo ejercicio con la ayuda de Francia, que fue considerablemente mayor que la española. [iii]
Dinero donado o prestado por España a los colonos rebeldes
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El Conde de Aranda firmó en 1783 el tratado de paz con Inglaterra. En una memoria secreta expresó al rey el dolor y temor que la independencia de las colonias inglesas le provocaba, por causa de que “La Francia tiene pocas posesiones en la América, pero hubiera debido considerar que la España, su misma aliada, tiene muchas, y queda desde hoy expuesta a terribles convulsiones”. Sospechaba de las intenciones de los galos, que buscaban la destrucción de ambas partes combatientes, y arrastró desgraciadamente a los españoles en virtud del pacto de familia en su apoyo a uno de los bandos. Expresó sus dudas sobre la capacidad de conservar la dominación sobre América: “Jamás unas posesiones tan extensas, colocadas a tan grandes distancias de la metrópoli, se han conservado por mucho tiempo”. A esta le sumó la dificultad de socorrerlas cuando lo necesitaban, las vejaciones de los gobernadores, la distancia a la Autoridad Suprema de los que necesitaban levantar sus quejas. Sobre la nueva potencia, como su hubiese tenido una bola de cristal, pronosticó las siguientes palabras:
Esta República federal ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha tenido necesidad de apoyo y de la fuerza de dos potencias tan poderosas como la España y la Francia para conseguir su independencia. Vendrá un día en que será un gigante, un coloso terrible en esas comarcas. Olvidará entonces los beneficios que ha recibido y no pensará más que en engrandecerse. La libertad de conciencia, la facultad de establecer nuevas poblaciones sobre inmensos terrenos, así como las ventajas del nuevo gobierno, atraerán agricultores y artesanos de todas las naciones; porque los hombres corren siempre tras la fortuna, y en algunos años veremos con mucho dolor la existencia titánica del coloso de que hablo. [iv]
La relevancia de este evento para el Puerto Rico está en que los colonos ingleses establecidos en las 13 colonias, retando a su metrópoli, comerciaban con las Antillas con licencia y sin ella. Los puertorriqueños habían sostenido comercio irregular con las trece colonias a través de los puertos de Nueva Inglaterra, Nueva York y Filadelfia, adquiriendo principalmente harinas, pescado y otros artículos de necesidad, a cambio de nuestras melazas, ron y tabaco. A partir de 1766, la firma Aguirre, Arístegui y Compañía recibió autorización para traficar legalmente harinas con Filadelfia. [v] Una vez entraron en guerra con la Gran Bretaña, a los futuros estadounidenses se le cerró el acceso a los mercados de las islas inglesas, por lo que tuvieron que redirigirse a las españolas y las francesas; el comercio con Gran Bretaña se restablecería en 1797. [vi] En consecuencia, aumentó la demanda de los colonos del norte por el azúcar puertorriqueño, y la destrucción de las haciendas azucareras de Saint Domingue aumentó considerablemente el negocio para Puerto Rico. [vii] En 1798 el gobernador De Castro reportó que el comercio de la Isla se había reducido a los productos que compraban a los navíos estadounidenses. [viii] Ese mismo año, levantó bandera ante las noticias de una guerra entre este país y Francia, de la que España era aliada, puesto que la Isla quedaría privada “de todos los medios que contribuyan a su subsistencia…”. [ix]
Habiendo salido de Filadelfia, el navío americano Samson entró a Cádiz en 1776 . El cónsul francés reflexionó “gracias a este conflicto, las harinas de Béarn y Gascuña reemplazaron las inglesas de las colonias americanas; sería un gran golpe si nuestra harina pudiera abastecer a La Habana y Puerto Rico”, lo que activaría la navegación de los puertos de Bayona y Burdeos. [x] Reportó que los “ingleses americanos” se habían apoderado de todo Canadá menos Quebec, que se mantenía sitiado. Watt considera que con el tratado de Amistad y Comercio entre los rebeldes y Francia en 1778, la zona de combate se extendió al Caribe. [xi] En 1777 los navíos Endowock y Henry, pertenecientes a los colonos rebeldes, entraron al puerto de Mayagüez huyendo de la fragata de guerra británica Glasgow. Las autoridades del puerto le dieron acogida e izaron la bandera española para protegerla, generando protestas por parte de los ingleses, que al momento eran amigos de los españoles. El gobernador aprobó el asilo dado a los rebeldes, por lo que los ingleses se retiraron. [xii]
Con su establecimiento en el mundo atlántico, los estadounidenses participaron de la lucrativa industria de transportación de militares desde la península a las colonias. En 1798 se libraron 130 pesos de a 15 reales de vellón a don Jacobo Goudon, apoderado del capitán Juan Holland, del bergantín americano La Alejandría, por el pasaje y manutención de don Manuel de la Cruz, y otros 150 por José Mariano de Aloy; ambos pasaba a Puerto Rico como ayudantes de ingeniero. [xiii]
[i] Cardelús y Fernández Toraño, La Florida española, 244-245. José Cervera Pery. “La presencia de la Armada Española en la Independencia de los Estados Unidos”. XLIX Jornadas de Historia Marítima. Ciclo de Conferencias – Octubre 2014. Instituto de Historia y Cultura Naval. Cuaderno monográfico Núm. 70 (2015), 67-70.
[ii] Ferreiro, Brothers at Arms, 17-25.
[iii] William V. Wenger. The Key to American Independence. Quantifying Foreign Assistance to the Revolution. (Orlando: Amazon Paperwork, 2018), 67, 74, 85, 92. El autor menciona que en la suma de 11.1MM de libras podría haber 3MM repetidos.
[iv] Biblioteca Nacional Española. Biblioteca Digital Hispánica. Papeles relativos a las provincias de Ultramar. “Memoria secreta presentada al rey de España por el Conde de Aranda…”, fs.4-5.
[v] Aurelio Tió. “La villa de Mayagüez y la guerra de independencia de 1776”. BAPH. Vol. IV, Núm. 15 (ene 1976), 103-105.
[vi] García Leduc, Apuntes para una historia breve de Puerto Rico, 177-178.
[vii] Baralt, Slave Revolts in Puerto Rico, 6.
[viii] Gobernador Puerto Rico sobre necesidad de socorros. 29 VII 1798. AGI, EST 10, N.46A, f.4. RAE – Salmuera: Líquido que se prepara con sal y otros condimentos y se utiliza para conservar carnes, pescados, etc.
[ix] Gobernador Puerto Rico sobre necesidad de socorros. 29 VII 1798. AGI, EST 10, N.46B, f.1.
[x] Carta de Etienne Honoré Hardy du Plessis de Mongelas, cónsul de Francia en Cádiz, al Secretario de Estado de la Marina. 26 I 1776. ANF. AE/B/I/282, fs.18-21.
[xi] Watt, The West Indies, 252.
[xii] Tió, “La villa de Mayagüez y la guerra de independencia de 1776”, 105.
[xiii] Juan Manuel de la Cruz. 17 XI 1798. AGI, Arribadas 518, N.370. José Mariano de Aloy. 19 XI 1798. AGI, Arribadas 518, N.371.
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